jueves, 15 de noviembre de 2018

El burro y la tostada.

Había una vez, en un pequeño pueblo no muy lejos de una gran ciudad, un hombre que tenía dos hijas. Una de ellas se llamaba Mari Luz por haber nacido al despuntar el alba, la otra, más joven que la anterior, se llama Selene por haber nacido ella al filo de la media noche.
Eran humildes pero felices, aunque faltara el pan sobre sus mesas nunca faltaba la alegría en sus rostros.
Mari Luz tenía la costumbre de ir por agua a la fuente todas las mañanas y era bien sabido por los habitantes del lugar que no solo era agua lo que buscaba, pues al lado de esa fuente había una casa de piedra, con cientos de flores a su alrededor en la que vivía un apuesto muchacho. Ambos intercambiaban tímidas miradas cada mañana. 
Una noche, viendo que su hermana no volvía a casa como de costumbre, Selene fue a buscarla a la fuente. Allí una anciana le dijo que la había visto entrar a la casa del joven. Selene llamó a la puerta pero nadie respondía, así que decidió rodear la casa y entrar por detrás. Poco antes de entrar percibió una verja bastante oxidada tras la que se oían ruidos. Era muy atrevida y la saltó, una vez dentro encontró un animal, ¡era un burro!. El pollino le resultó tan bonito que no pudo evitar acariciarle. El burro en ese instante comenzó a hablar. Selene no podía creer lo que escuchaba. 
-¿Habré perdido el juicio?. Se preguntaba.
El burro le dio las gracias por sus caricias y le pidió un favor: quería una tostada muy calentita.
Maravillada ante el acontecimiento no pudo hacer más que dirigirse a su casa para calentar un poco de pan en su cocina. Era la última rebanada, pero la ocasión bien lo valía.
Se dirigió de nuevo a la casa y alimentó al burro con el pan tostado que cuidadosamente había tapado para que no se enfriara. Después de eso estuvieron conversando hasta la madrugada. 
Alarmada se fue corriendo y descubrió en la puerta de la bonita casa de piedra el cuerpo sin vida de su hermana Mari Luz, que había sido degollada por el esquivo muchacho que tanto la observaba.






RECORDAD: No perdáis vuestro tiempo hablando con burros.



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